El consumo de leche en algunas regiones del mundo hace entre 7.000 y 2.000 años provocó un aumento de la masa corporal y la estatura humanas, sugiere un estudio de la Universidad de Western Ontario.
Esto iba en contra de las tendencias de tamaño corporal experimentadas en otras partes del mundo. Este aumento de tamaño se da en regiones en las que evolucionaron las frecuencias más altas de genes que permiten a los humanos producir enzimas para digerir la leche en la edad adulta, lo que se denomina persistencia de la lactasa.
El estudio, en el que han participado un equipo de 16 investigadores, ha comparado la estatura y la masa corporal de 3.507 esqueletos procedentes de 366 yacimientos arqueológicos diferentes, con una antigüedad de 25.000 años, creando así un gran conjunto de datos comparativos para examinar la variación del cuerpo humano a lo largo del tiempo y la ubicación geográfica. El estudio se publica en PNAS.
Hace entre 15.000 y 10.000 años, los humanos de toda Eurasia y el noreste de África experimentaron una reducción de la estatura física y la masa corporal. La agricultura se desarrolló en distintas regiones de forma independiente y los agricultores migratorios llevaron consigo cultivos y animales lecheros a partes de Eurasia ocupadas por cazadores-recolectores.
En algunas regiones, como el centro y el norte de Europa, los cultivos que se habían domesticado en Asia occidental no prosperaron, y los humanos pasaron de producir queso y yogur, que tienen menores proporciones de azúcar lactosa, al consumo directo de leche cruda, que tiene niveles mucho más altos de lactosa.
La capacidad de digerir mayores cantidades de lactosa supuso una mayor disponibilidad energética de los productos lácteos. En las regiones en las que existen pruebas genéticas de un mayor consumo de leche, también se observa un aumento de la estatura y la masa corporal, como se refleja en el registro esquelético. El legado del antiguo consumo de leche sigue siendo evidente hoy en día, a través de las diferentes frecuencias de intolerancia a la lactosa en las poblaciones.
“Ese proceso evolutivo dio lugar al patrón de intolerancia a la lactosa que vemos hoy en día, en el que los habitantes del norte de Europa toleran la lactosa con más frecuencia que los del sur”, explica en un comunicado Jay Stock, catedrático de Antropología Biológica, que dirigió el equipo investigador.
Según Stock, los productos lácteos son un componente importante de la dieta en muchas partes del mundo. Las mayores frecuencias de tolerancia a la lactosa que evolucionaron en regiones de África y Asia son ejemplos de evolución convergente, lo que significa que la tolerancia a la lactosa en estas poblaciones evolucionó por separado de la población europea.
“El consumo de leche ha sido culturalmente importante en distintos continentes, y hoy vemos el legado genético de ello. Hay altas frecuencias de genes de persistencia de la lactasa en poblaciones de África occidental, el valle del Rift y el cuerno de África, así como en algunas partes de Arabia y Mongolia”, dijo.
“Por ejemplo, los pastores maasai de África oriental son característicamente altos y tienen una rica historia cultural de consumo de leche. Por desgracia, aún no disponemos de datos para comprobarlo”.
El conjunto de datos utilizado en este estudio se basa principalmente en muestras europeas, lo que, según Stock, se debe en gran medida a que históricamente la exploración arqueológica dentro del continente ha sido más frecuente.
“Los arqueólogos han excavado más yacimientos en Europa y en el último siglo se ha investigado más sobre los esqueletos europeos”, explica Stock.
Aunque durante mucho tiempo se ha afirmado que la disminución del tamaño corporal se produjo tras el desarrollo de la agricultura, hay pruebas de que la gente era cada vez más pequeña antes de adoptar la agricultura, y el patrón continuó después. Según Stock, la disminución de la estatura se produjo tras el Último Máximo Glacial, cuando el medio ambiente mundial era bastante más frío y probablemente menos productivo. Esto podría haber provocado un aumento de las presiones medioambientales y una disminución de la variedad de alimentos disponibles debido a la adopción de la agricultura. Esto también condujo a una fuente de alimentos más abundante y estable.
“Lo que se desprende de estos resultados es que la adopción de la agricultura en distintas partes del mundo tuvo efectos variables en nuestra salud y nuestra biología”, explica Stock. “Las variaciones globales en el tamaño corporal reflejan en parte estos impactos”.
Fuente: Europa Press