Las estaciones alpinas ofrecen a comienzos de enero un triste rostro con franjas de nieve terrosa que serpentean en colinas de color marrón, en medio de un clima muy clemente relacionado con el calentamiento climático.
En Francia, Italia, Suiza y Austria, muchas pistas están cerradas. La causa son las temperaturas excepcionalmente clementes en Europa que derriten la nieve.
En Semmering, a una hora de carretera desde Viena, donde se llevaron a cabo pruebas de la Copa del mundo de esquí alpino a fines de diciembre, solo dos terceras partes del lugar son accesibles.
No ha habido nieve durante semanas, por lo que es inútil en términos de rentabilidad hacer funcionar los cañones de nieve mientras el termómetro no baje a menos tres grados, dijo a la AFP Nazar Nydza, responsable de la estación.
“La atmósfera no es de invierno”, se lamenta, aunque tiene alguna esperanza para el resto de la estación.
Accidentes repetidos
Entre los aficionados al esquí, Gregor Macara, un turista originario de Nueva Zelanda, hubiera querido descubrir Austria “bajo un manto blanco” de nieve. “Es decepcionante, ¡qué lástima!”, dice este científico de 34 años.
A través de los años, esta región de montañas vio cómo la capa de nieve escasea cada vez más, una tendencia que se acelerará en las próximas décadas en zonas situadas por encima de 1.500 metros, según expertos climáticos de la ONU (Giec).
Antes de este invierno, centenares de subidas mecánicas fueron cerradas ya en los Alpes, pues han perdido cerca de un mes de nieve en baja y media altura desde hace medio siglo.
¿Se pone en riesgo la vida de los esquiadores? El debate surgió este invierno en Austria, tras una serie de accidentes mortales.
En total, 13 personas murieron del 1 de noviembre al 3 de enero, frente a un promedio de 7 durante el mismo periodo en la última década, según estadísticas oficiales.
Se están realizando investigaciones, pero la falta de nieve es lo que más se destaca para explicar la muerte de algunas personas que tuvieron fatales salidas de pista en terrenos pedregosos.
Paisaje desolado en Suiza
El mismo paisaje desolado se ve en Suiza. En el pueblo de Leysin, solo la cumbre de la montaña está salpicada de nieve y los esquiadores se concentran en la pistas situadas a más de 2.200 metros de altura.
Más abajo, se ve hierba en la extensión, muy distinto a los paisajes de ensueño de las cartas postales.
Jean-Marc Grosseur, montañista que vino de Laustana, expresa “su ansiedad por lo que está sucediendo con nuestro clima”.
En otra estación de esquí helvética, la de Torgon, también la gente se lamenta.
La oficina de turismo propone juegos a base de enigmas para resolver en tiempo límite, o juegos de pista en el bosque, explica Emilie Byland, quien vive en la región.
“Es preocupante, esto nos entristece”, añade.
Una turista proveniente de Zúrich, Anna Reiner, “se preocupa por las temperaturas cada año más altas”.
En otros lugares se proponen cursos de danza o yoga para reemplazar las ofertas.
Los responsables de las escuelas de esquí y los profesionales quieren mostrarse optimistas y dicen que en otras épocas también hubo temporadas con temperaturas clementes parecidas.
Lo dicen como para conjurar el cambio climático que amenaza su trabajo.
Fuente: OPINION