La Santa Sede despedirá mañana con todos los honores a Joseph Ratzinger en una ceremonia en la plaza de San Pedro que podría durar hasta tres horas
Lo desvelaba ayer la Santa Sede poniendo así fin a la incógnita generada ante una circunstancia inédita en la historia del catolicismo: el entierro de un Santo Padre jubilado en una celebración que será presidida por primera vez por su sucesor en la Sede de Pedro. «A grandes rasgos, el rito respeta lo que se sigue en un funeral de un Sumo Pontífice, es un calco», sostiene el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, tras dar a conocer el libreto de la eucaristía que ha elaborado minuciosamente la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas Pontificias para no dejar una sola palabra y un solo gesto a la improvisación. En este sentido, quien está detrás de este particular engranaje es el maestro papal de ceremonias y responsable de la Capilla Musical Pontificia, Diego Ravelli. Francisco fichó a este sacerdote italiano de 51 años hace poco más de un año.
El féretro del pontífice emérito saldrá de la basílica de San Pedro este jueves poco antes de las nueve de la mañana, unos 40 minutos antes del inicio del funeral, mientras se invitará a los presentes a que recen el rosario. También se ha confirmado que el pontífice fallecido reposará en un triple féretro como sus predecesores: primero en uno de ciprés forrado con terciopelo carmesí, introducido en otro de zinc sellado y que, a su vez, acabará dentro de un tercero en madera de olmo. Junto al cuerpo de Ratzinger, se meterán las medallas y monedas acuñadas durante su pontificado, entre 2005 y 2013, así como los distintos palios que tuvo como arzobispo y papa, la estola de lana blanca que se lleva sobre los hombros en señal de jurisdicción. Además, se añadirá un cilindro de metal, conocido como «Rogito», un breve texto en latín con los actos más destacables del periodo de Benedicto XVI. Aunque en el funeral de Juan Pablo II se leyó públicamente, de momento es una incógnita si en esta ocasión se relatará, en tanto que no aparece en el libreto. Antes de cerrar el ataúd, su rostro podría ser cubierto con un velo de seda blanca, como con Wojtyla.
Fuente: La Razón