Es importante eliminar o disminuir el consumo de alimentos que, siendo saludables, no conviene tomar durante el tratamiento de la bacteria
Cuando ingerimos alimentos, después de masticarlos y lubricarlos con la saliva, pasan por el esófago hasta llegar al estómago, donde se mezclan con los jugos que producen las glándulas gástricas para ayudar a su digestión. El estómago es un órgano hueco que forma parte del aparato digestivo, localizado en la parte superior y central del abdomen, muy cerca del diafragma, el hígado, el páncreas, el bazo o el colon. Para mezclar el bolo alimenticio con los jugos gástricos, los músculos de la pared gástrica del estómago se contraen y se relajan, desplazando el alimento hacia el píloro y el intestino delgado.
Una de las infecciones más comunes que afectan al estómago se produce por el contagio de la bacteria Helicobacter pylori. Según la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), más del 60 por ciento de la población tiene esta bacteria en su interior; sin embargo, tan solo entre un 10 y un 25 por ciento presentan síntomas. Debido a su forma espiral y sus filamentos, la bacteria se puede fijar en la mucosa que protege el estómago. Además, produce amoniaco, lo que la protege de la acidez de los jugos gástricos. “Es una bacteria que infecta el revestimiento gástrico del estómago, aunque también se puede encontrar en las heces, la saliva y la placa dental. Es una de las causas más frecuentes de gastritis y de úlcera gastroduodenal”, explica Belén Fontán, especialista en Nutrición y Dietética del complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo de Madrid.
El contagio se produce por contacto directo, de persona a persona, y suele suceder en la infancia con la saliva, el vómito o la materia fecal, sobre todo si la persona infectada no se lava bien las manos después de cada deposición. En algunas ocasiones, también puede ocurrir cuando se toca un objeto contaminado, como puede ser una toalla, y luego se llevan las manos a la boca. Sin embargo, la mayoría de las personas que tiene infección por Helicobacter pylori no presenta síntomas, que suelen ser los propios de una gastritis o una úlcera péptica: reflujo en la parte superior del abdomen, es decir, cuando el contenido del estómago vuelve hacia el esófago, lo que provoca irritación y sensación de ardor en el pecho y la garganta, lo cual se conoce como acidez; hinchazón o inflamación estomacal; saciedad con poca cantidad de alimento; náuseas o vómitos; astenia y/o debilidad; pérdida de peso involuntaria y deposiciones oscuras.
El tratamiento para eliminar la bacteria Helicobacter pylori no es fácil, ya que cada vez presenta una mayor resistencia a los antibióticos que, además, no son demasiado eficaces en un medio ácido como el estómago. Por eso, lo más habitual es la combinación de dos tipos de antibiótico para eliminar la bacteria y un fármaco que disminuya la producción de ácido del estómago, un inhibidor de la bomba de protones. La duración del tratamiento será, normalmente, entre 10 y 14 días en los que pueden aparecer algunos efectos secundarios como diarrea o mal sabor de boca, que desaparecen al terminar el tratamiento. Sin embargo, para evitar o reducir estos síntomas “es de gran importancia la dieta, tanto en la fase de tratamiento como después del tratamiento farmacológico, ya que una dieta adecuada disminuye la sintomatología causada por esta bacteria”, puntualiza la especialista en Nutrición y Dietética.
Qué puedo comer
Es importante no consumir productos que favorecen la irritación de la mucosa como el té, el café, las bebidas carbonatadas, los embutidos y quesos curados o el alcohol, así como alimentos procesados, muy fríos o muy calientes, demasiado condimentados o muy tostados, además de las especias picantes como la pimienta o la cayena, pues potencian y empeoran los síntomas que produce una infección por Helicobacter pylori.
Para mejorar la digestión, la hinchazón, el reflujo y el malestar digestivo en general de los pacientes diagnosticados con esta bacteria “se debe eliminar o disminuir el consumo de alimentos que, siendo saludables, no conviene tomar durante el tratamiento de la bacteria por su repercusión a nivel digestivo y deberán ir incorporándose a la dieta del paciente de manera progresiva y según los vaya tolerando”, añade Belén Fontán. Estos alimentos son las legumbres y los cereales integrales, los frutos secos, por su alto contenido en grasas de difícil digestión, las frutas y las verduras crudas y el pescado azul.
Pero para mantener el equilibrio nutricional se deben tomar las frutas y las verduras hervidas, carnes blancas (pollo, conejo o pavo), pescado blanco, yogur natural y queso fresco. La legumbre más aconsejada es la lenteja pelada y el aceite, mejor de oliva y aguacate, pero con moderación.
Los nutricionistas también hacen hincapié en el estilo de vida para reducir las molestias que causa la infección por Helicobacter pylori, como repartir las comidas en 5 o 6 tomas al día y evitar las grandes comilonas, comer sin prisa, reposar sentado la comida, al menos media hora después de la ingesta, beber suficiente agua en pequeñas cantidades y no consumir zumos, especialmente de naranja y tomate.
Recuerda la especialista que es fundamental para prevenir la infección mantener unas mínimas medidas de higiene como lavarse las manos a menudo, sobre todo después de ir al baño y antes de cocinar y de comer; mantener limpia la superficie donde se preparan y cocinan los alimentos, así como los utensilios que se vayan a necesitar; beber agua en fuentes limpias y seguras y cuidar la salud dental, ya que el Helicobacter pylori también puede estar presente en la saliva y el esmalte dental.
Fuente: LA RAZON ESPAÑA