La izquierda vuelve al poder en Brasil este domingo, cuando Lula da Silva sea proclamado presidente para los próximos cuatro años, en una ceremonia de investidura en Brasilia vigilada por un operativo de seguridad inédito y en ausencia del mandatario saliente, Jair Bolsonaro.
El ultraderechista abandonó Brasil el viernes y viajó a Estados Unidos, dos días antes del fin de mandato. Por primera vez desde 1985, un mandatario entrante no recibirá la banda presidencial de manos de su predecesor y todavía es una incógnita quién se la entregará a Lula.
Se esperan unas 300.000 personas en las calles de la capital brasileña para acompañar de cerca los actos institucionales y un megaconcierto con más de 60 músicos en la emblemática Explanada de los Ministerios.
A Luiz Inácio Lula da Silva, que dirigirá el país por tercera vez, lo arroparán además una veintena de jefes de Estado, el mayor número para una toma de posesión en Brasil.
Entre estos, figuran los mandatarios de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Honduras y Uruguay, además del rey de España.
Washington enviará a la secretaria de Interior, Deb Haaland, la primera indígena en integrar un gabinete en Estados Unidos y dura crítica de Bolsonaro, mientras que por parte de China asistirá el vicepresidente Wang Qishan.
El venezolano Nicolás Maduro podría participar en la ceremonia después de que el viernes Bolsonaro levantara la prohibición que regía sobre su ingreso a territorio brasileño. Lula prevé restablecer las relaciones diplomáticas con Caracas, rotas en 2019 cuando Brasilia reconoció al opositor Juan Guaidó como presidente encargado.
El izquierdista, de 77 años, será proclamado de nuevo presidente tras haber gobernado el país entre 2003 y 2010, junto a su vice, Geraldo Alckmin, en una ceremonia en el Congreso prevista a las 15H00 locales (18H00 GMT).
Poco después, llegará el momento más esperado: se espera que descienda del tradicional Rolls Royce negro descapotable frente al palacio presidencial de Planalto, camine por la rampa del edificio y reciba la faja, una cinta de seda verde y amarilla, los colores de la bandera nacional, bordada en oro y diamantes.
Luego hablará ante unas 30.000 personas que ocuparán la Plaza de los Tres Poderes, donde también se hallan el Congreso y el Supremo Tribunal Federal.
Desafíos inmediatos
El presidente izquierdista tendrá desafíos inmediatos mayores a los que enfrentó en sus otras dos presidencias, que dejó con una envidiable popularidad del 87%.
“En los primeros 100 días deberá demostrar qué rumbo tomará el gobierno. La victoria electoral fue apretada y enfrentará un país dividido con una oposición aguerrida. Necesita liderar un gobierno de pacificación y unión nacional”, explicó Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper de Sao Paulo.
Lula se impuso a Bolsonaro en el balotaje del 30 de octubre por 50,9% de los votos frente a 49,1%, un resultado que dio cuenta de una sociedad profundamente polarizada.
Además, el exsindicalista deberá conquistar “credibilidad” sobre el manejo de las cuentas públicas ante una situación fiscal delicada, pese a que sus promesas de campaña requieren un aumento del gasto para financiar programas sociales, según Consentino.
Unos 30 millones de los 215 millones de brasileños pasan hambre y la economía a duras penas logra recuperarse tras el golpe de la pandemia.
Preocupación por la seguridad
Brasilia movilizará para la asunción de Lula el 100% de su policía desplegando potencialmente hasta 8.000 agentes.
Solo la Policía Federal empleará más de mil funcionarios en tareas de “inteligencia y seguridad”, el mayor contingente para una investidura.
Y el porte de armas para varias categorías de civiles estará prohibido.
Los preparativos para la toma de posesión se vieron sacudidos luego de la detención de un bolsonarista que colocó un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia para “causar caos”, provocar la declaración de un estado de sitio y evitar así la asunción.
Desde el balotaje, miles de seguidores de Bolsonaro se movilizaron en varias ciudades para rechazar el resultado en las urnas y pedir una intervención militar.
Entre tanto, el ultraderechista, que desde que perdió la elección se ha mantenido prácticamente en silencio, se instaló en Florida para un viaje previsto hasta el 30 de enero.
Según el diario Folha de Sao Paulo, Bolsonaro se aloja en la casa del exluchador de artes marciales brasileño José Aldo, en la ciudad de Kissimmee.
Fuente: RFI