“Todos los precios aumentan, pero no nuestro salario”, se queja Zerihun, porteador de mercancías en un enorme mercado de Adís Abeba. Su sentimiento es compartido por una gran mayoría de etíopes ante una economía en crisis.
Si en la década de 2010 se mostró como una de las economías más dinámicas del mundo, Etiopía vio su crecimiento segado por la pandemia de covid-19, las calamidades climáticas, el conflicto de Tigré que devasta el norte del país desde 2020 y las repercusiones mundiales de la guerra en Ucrania.
El segundo país más poblado de África sufre, entre otros males, una inflación galopante que, según las estadísticas oficiales, quedará por encima del 30% de media anual en 2022, después de superar el 26% en 2021, impulsada por los precios alimentarios.
“Verduras, alimentos, alquileres… Todo ha aumentado”, enumera Zerihun, de 30 años y padre de dos hijos, que carga y descarga camiones en Merkato, considerado el mercado a cielo abierto más grande de África.
“Trabajamos, pero el coste de la vida hace la existencia muy difícil”, confirma su colega Sintayeh Tadelle, con 29 años, dos hijos y “ningún ahorro”.
Cuando le preguntas cómo sale adelante, este hombre forzudo de estruendosa voz responde: “Dios nos ayuda”. De hecho, Dios y la autoridad municipal de Adís Abeba, que “provee uniforme y libros escolares, así como la comida” en la cantina.
“Sin eso, no sé cómo podría sobrevivir”, afirma.
Los portadores de Merkato cobran 5 bir (8 céntimos de dólar) por caja cargada o descargada. Los días buenos pueden ganar algo más de 5 dólares.
“La economía se ha frenado, hay menos trabajo” en el mercado “y entonces gano menos”, constata Zerihun.
“Está menos animado”
Repletas de paradas y mercancías de todo tipo, las calles del Merkato son un hervidero de compradores, vendedores y burros sobrecargados.
Pero la actividad ha decaído, aseguran los habituales de este mercado con miles de tiendecitas donde se encuentra de todo, desde ropa a materiales de construcción, maquinaria industrial o electrodomésticos.
“En todos los sectores del mercado, la gente dice lo mismo: está menos animado”, afirma Hamat Redi, de 26 años, que comercializa lavadoras y televisores, en su mayoría de fabricación china.
“Hace 5 ó 6 meses el negocio era correcto, pero ahora está muy decaído”, asegura la mujer. “Con la inflación, la gente no quiere gastar en bienes de lujo”, como son estos productos en Etiopía.
Algo más lejos, además de la ausencia de clientes, Sisai Desalegn se queja de la escasez de dólares para poder importar equipos de sonido y paneles solares.
“No conseguimos suficientes divisas de parte de los bancos” debido a una escasez que se agrava, explica este treintañero, cuya actividad se ha reducido un 40% en dos años.
“Hay pocos compradores (…) No hacemos suficiente y vendemos al precio de compra”, dice este padre de dos hijos que, para salir adelante, ha disminuido su gasto cotidiano.
“Es muy difícil hacerlo con lo que tenemos”, señala. “No hemos parado todo completamente, pero reducimos el monto o la frecuencia” de lo que no es indispensable.
Múltiples causas
Las personas consultadas en Merkato imputan la situación a la guerra con los rebeldes de Tigré que sacude el norte del país desde hace dos años.
El fin de los intercambios comerciales con el norte implica menos camiones para cargar y descargar, explican Zerihun y Sintayeh. Y Sisa Desalegn ya no ve a sus clientes comerciantes o agricultores de las regiones septentrionales.
El conflicto también lastró las finanzas del gobierno y castigó duramente sectores como la agricultura o la industria.
Además ahuyentó inversores y socios extranjeros, lo que ha contribuido a reducir las reservas de divisas de un país muy importador.
Zerihun espera que el acuerdo de paz firmado el 2 de noviembre entre el gobierno y los rebeldes “mejore la situación”.
Pero el conflicto no ha hecho más que agravar una crisis activada con la pandemia del covid-19. El crecimiento de 9,7% de media entre 2010 y 2018 cayó en 2020 al 6,1% contra un 9% el año anterior.
En 2021 repuntó ligeramente al 6,3% pero, según el FMI, este año caerá por debajo del 4%.
En un país con un 75% de población rural, las perturbaciones climáticas, especialmente la sequía que corroe el Cuerno de África, también afectaron la agricultura (un tercio del PIB) y contribuyeron a encarecer los alimentos.
Pero sean cuales sean los motivos, “al final todo esto afecta a la gente de ingresos bajos como nosotros”, lamenta Zerihun.
Fuente: FRANCE24