Quienes han tenido COVID-19 presentan mayor riesgo de sufrir problemas cardíacos, pulmonares, demencia, problemas renales y lesiones hepáticas. Sin embargo, existen otros patógenos que causan estos síndromes de infección posterior a la aguda. Cuáles son y por qué son más comunes de lo pensamos
¿Por qué los virus aparentemente inocuos a veces provocan síntomas devastadores y duraderos? En tiempos de pandemia, la ciencia avanza con el estudio no solo de lo que pasa con el COVID y el Long COVID. Y la bibliografía se encuentra en continúa revisión. En la década de 1980 muchas personas en la comunidad médica trataron el Síndrome de Fatiga Crónica como una cuestión menor. Algunos médicos descartaron los síntomas debilitantes de los pacientes, incluida la fatiga aplastante y las caídas después del ejercicio, como producto de su imaginación.
En la clínica de enfermedades infecciosas donde la doctora Lucinda Bateman estaba terminando su formación médica, algunos médicos no querían molestarse en tratar a pacientes con fatiga crónica. Bateman, que se fue para dedicarse a la práctica privada, recuerda que sus antiguos colegas grabaron un mensaje en el contestador automático de su clínica, indicando a cualquier persona con síndrome de fatiga crónica que llamara a Bateman para que no tuvieran que involucrarse.
Lo cierto es que estaban enviando pacientes a la persona adecuada. Nada sobre la condición (que hoy se llama Encefalomielitis miálgica o Síndrome de Fatiga Crónica, o ME/CFS) fue divertido para Bateman. Su hermana mayor la desarrolló después de una serie de problemas de salud que incluyeron faringitis estreptocócica y mononucleosis, y sabía lo devastador que podía ser.
Bateman dedicó su carrera a tratar a personas con condiciones similares y casi tres años después de la pandemia, tiene mucha gente que la acompaña en su trabajo Millones de personas en todo el mundo han desarrollado Long COVID, o síntomas de larga duración que siguen a un caso de COVID-19. Muchos de estos síntomas se parecen bastante a la fatiga, el deterioro cognitivo y las caídas después del esfuerzo (formalmente conocido como malestar post-esfuerzo o PEM) que se observan entre los pacientes con fatiga crónica.
Los estudios también sugieren que las personas que han sobrevivido al COVID-19 tienen un mayor riesgo de sufrir complicaciones graves, como problemas cardíacos y pulmonares. Tales complicaciones incluyen ritmos cardíacos disruptivos, inflamación del corazón, coágulos de sangre, accidente cerebrovascular, enfermedad de las arterias coronarias, ataque cardíaco, insuficiencia cardíaca o incluso la muerte.
Estos trastornos pueden ocurrir incluso entre personas previamente sanas y entre aquellas que han tenido infecciones leves de COVID-19, según un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis y el Sistema de Atención de la Salud de Asuntos de Veteranos de la misma localidad que se acaba de publicar en Nature Medicine.
“Queríamos aprovechar nuestra investigación anterior sobre los efectos a largo plazo de COVID para observar más de cerca lo que sucede en los corazones de las personas -explicó el autor principal Ziyad Al-Aly, profesor asistente de medicina en la Universidad de Washington-. Lo que estuvimos viendo no es alentador. COVID-19 puede provocar complicaciones cardiovasculares graves e, incluso, la muerte. El corazón no se regenera ni se repara fácilmente después del daño cardíaco. Estas son enfermedades que afectarán a las personas de por vida”.
Quienes han sobrevivido al COVID-19 también pueden tener demencia, problemas renales y lesiones hepáticas en comparación con las personas que no han sido infectadas.
La “tormenta de citoquinas” suele producir un daño que se dirige a lo que se conocen como “órganos diana”, que en el caso del COVID son los pulmones y el riñón preferentemente, así como daños en el sistema vascular, que pueden llevar a que el paciente tenga una serie de complicaciones.
Puntualmente respecto a los riñones, investigadores del Johns Hopkins University School of Medicine, en Estados Unidos, hallaron biomarcadores urinarios que predicen la lesión renal grave en pacientes hospitalizados con COVID-19.
Según hicieron saber en las conclusiones de su trabajo publicado en el American Journal of Kidney Diseases (AJKD), concretamente comprobaron que los niveles dos veces más altos de la lipocalina asociada a la gelatinasa de neutrófilos, la proteína quimioatrayente de monocitos y la molécula de lesión renal-1 se asociaron con un mayor riesgo de lesión renal aguda grave o muerte en pacientes hospitalizados con COVID-19.
La lesión renal aguda (LRA) es una complicación grave en los pacientes hospitalizados por COVID-19, y ahora los plantearon la hipótesis de que los biomarcadores medidos en la orina que son más específicos para la lesión renal y la inflamación que la creatinina sérica pueden contribuir a la comprensión de la lesión renal en el contexto de la COVID-19.
“El SARS-CoV-2 es definitivamente un virus muy patógeno que ataca muchos aspectos del cuerpo”, dijo Bateman, porque puede unirse a las células en varios sistemas de órganos.
El SARS-CoV-2 no es único en su capacidad de causar daños graves
El SARS-CoV-2 no es el único que puede causar daños graves y generalizados en el cuerpo. “Hay una docena de otros patógenos que se sabe que causan estos síndromes de infección posterior a la aguda”, dijo Akiko Iwasaki, inmunobióloga de la Universidad de Yale, quien recientemente fue coautora de un artículo de revisión de Nature sobre estas afecciones.
Los virus, tanto los habituales como los raros, están relacionados con complicaciones duraderas, desde la pérdida de la visión y la fibromialgia hasta los trastornos autoinmunitarios. Incluso los patógenos comunes como la gripe y Epstein-Barr conllevan riesgos potenciales a largo plazo. La Influenza puede provocar inflamación del cerebro y el corazón , y Epstein-Barr está asociado con el síndrome de Guillain-Barré , una condición rara en la que el cuerpo ataca su propio sistema nervioso, lo que a veces provoca parálisis.
Un estudio publicado en la reconocida revista científica BMJ resaltó que la carga global de COVID prolongado “puso de relieve el misterio descuidado durante mucho tiempo de los síndromes post virales”, según afirmó el autor del trabajo Vett Lloyd, biólogo de la Universidad Mount Allison en Sackville, Canadá. En ese sentido, los científicos que realizaron esta investigación resaltaron que la encefalomielitis miálgica o síndrome de fatiga crónica (EM/SFC) es un síndrome post viral, es decir que surge luego de una infección, como ocurre con el SARS-CoV-2.
Acaba de publicarse un estudio de un equipo de profesionales de la Universidad Estatal de Ohio en Estados Unidos, que reveló que las fallas eléctricas y las cicatrices en el corazón que se observan en algunos de los pacientes con gripe con cuadros más graves son causadas por la infección directa de las células cardíacas por la influenza. Los investigadores han demostrado por primera vez en ratones que los problemas cardíacos asociados con la gripe no son causados por una inflamación intensa en los pulmones, como se había predicho durante mucho tiempo.
El equipo de investigación había visto partículas virales de la gripe en células cardíacas de ratones infectados en trabajos anteriores, pero no podía concluir con certeza que su presencia en el corazón estuviera provocando daño cardíaco. Cuando los especialistas infectaron ratones con un virus de la gripe alterado, empezaron a obtener conclusiones importantes en este sentido. “Pudimos obtener pruebas de que es una infección directa del corazón lo que provoca estas complicaciones. Ahora tenemos que averiguar qué hace la infección directa: ¿mata las células del corazón? ¿Tiene ramificaciones a largo plazo? ¿Las infecciones repetidas tienen complicaciones cardíacas que se acumulan con el tiempo? Hay muchas preguntas que debemos responder”, señalaron los científicos en su documento, que fue publicado en la revista Science Advances.
Los virus “tienen un rango desde ser asintomáticos hasta estar repentinamente en la UCI”, dijo Bateman, “y desde una resolución completa hasta problemas persistentes, a veces permanentes”.
Un estudio reciente publicado en JAMA Network Open ilustra con qué frecuencia las enfermedades rutinarias pueden provocar problemas persistentes. Los investigadores rastrearon a 1000 adultos estadounidenses con síntomas similares a los del COVID-19.
Alrededor de las tres cuartas partes de ellos dieron positivo por COVID-19, mientras que las personas restantes dieron negativo, lo que sugiere que probablemente padecían enfermedades respiratorias similares. Después de tres meses, casi el 40 % de las personas con COVID-19, y más de la mitad de las que dieron negativo, informaron problemas continuos de salud física o mental, aunque no fue posible determinar exactamente por qué. “Las personas con todo tipo de enfermedades transmisibles diferentes experimentan impactos negativos duraderos”, dijo la coautora Lauren Wisk, profesora asistente en la Escuela de Medicina David Geffen de la UCLA.
No obstante, las condiciones posinfecciosas recibieron poca atención antes de la pandemia. A partir de 2018, menos de un tercio de las facultades de medicina de EE. UU. enseñaron a los estudiantes sobre Síndrome de Fatiga Crónica según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), y los investigadores de este síndrome han trabajado con fondos federales limitados durante años.
Las enfermedades posvirales a menudo no tienen biomarcadores fácilmente observables que puedan usarse para el diagnóstico o la investigación, dijo Bateman. El Síndrome de Fatiga Crónica, por ejemplo, no se evalúa en función de una sola prueba de diagnóstico, sino en gran medida de los síntomas de un paciente. Si no puede participar en los niveles de actividad previos a la enfermedad durante al menos seis meses y experimenta síntomas que incluyen fatiga profunda, PEM y sueño no rejuvenecedor, pueden cumplir con los criterios.
La investigación sugiere que múltiples virus pueden desencadenar este síndrome, aunque no siempre sigue a una infección viral, y no siempre es posible saber cuándo alguien se infectó, por qué y por qué provocó síntomas a largo plazo.
Esos desafíos científicos son reales y tienen consecuencias que van más allá del laboratorio. “Las personas que han tenido estas enfermedades durante décadas han sido completamente ignoradas por la comunidad médica y científica”, dijo Iwasaki. “Se barre debajo de la alfombra, básicamente, porque la gente no puede encontrar una explicación”.
Otro de los puntos que se estudian es que la mayoría de los pacientes con Síndrome de Fatiga Crónica son mujeres, cuyos síntomas son ignorados con mayor frecuencia por los médicos y eso lleva a suprimir la discusión sobre este síndrome.
El Long COVID ha provocado una nueva ola de interés en la enfermedad posviral, así como un presupuesto de investigación de $ 1.15 mil millones del NIH. Estudios recientes sobre Long COVID han planteado una serie de posibles causas, desde restos del virus persistentes en el cuerpo hasta pequeños coágulos de Sangre que cortan el flujo de oxígeno a los órganos.
La investigación de Iwasaki también sugiere que los virus pueden alterar los ritmos circadianos del cuerpo, lo que a su vez podría provocar desequilibrios hormonales que causan síntomas posvirales. Su investigación ha demostrado que muchos pacientes de Long COVID tienen niveles de cortisol anormalmente bajos, lo que, según ella, podría contribuir a síntomas como la fatiga.
La esperanza es que la atención y la financiación de la investigación de Long COVID también conduzcan a avances para las personas que han estado sufriendo síndromes posinfecciosos durante años. “Los investigadores de COVID de larga data están preguntando las mismas cosas que siempre hemos preguntado sobre EM/SFC”, dijo Bateman. “Ahora tenemos una gran cantidad de investigadores en todas las especialidades y con niveles de financiación realmente altos”, dijo la experta
Eso puede ser un arma de doble filo. En opinión de Klimas, toda la atención en Long COVID ha eclipsado los esfuerzos de larga data de algunos investigadores para comprender el Síndrome de Fatiga Crónica y otras enfermedades posvirales. Klimas está trabajando actualmente en un estudio financiado por los CDC que compara a las personas con COVID largo con las que tienen Síndrome de Fatiga Crónica, con la esperanza de descubrir similitudes y diferencias entre las condiciones, pero dice que propuestas similares de su laboratorio han sido rechazadas recientemente por el NIH.
Ya sea que los investigadores se centren en el COVID prolongado o en los síndromes más prolongados, podrían pasar años antes de que sus hallazgos se traduzcan en tratamientos. Eso subraya la importancia de prevenir tantas infecciones virales como sea posible ahora, para que las personas no desarrollen complicaciones más adelante. Usar tapabocas y la ventilación aún contribuyen en gran medida a prevenir infecciones, al igual que innovaciones como las vacunas nasales para COVID-19, las cuales están en desarrollo
Klimas dice que el público también necesita una mejor comprensión de la gama de resultados asociados con los virus. Muchas personas tratan las infecciones virales comunes como molestias, más que amenazas reales para la salud, y las superan para volver al trabajo, la escuela o el gimnasio “Realmente importa cómo te tratas después de una infección aguda”, dice Klimas. “Tenés que escuchar a tu cuerpo cuando, no tratar de regresar rápidamente y volver a tu horario anterior a la enfermedad”.
Fuente: INFOBAE