Aquí hay abundancia de todo: de coches, de luces, de agua. Nada parece un problema en un país capaz de comprar el universo si se lo propone. El Mundial es la prueba
Qatar es una construcción en medio del desierto. Un país artificial en el que te encuentras atentados contra el medio ambiente a cada paso. No sólo por el escandaloso abuso del aire acondicionado, nocivo para el planeta y para cualquiera que aparezca por aquí. Tampoco es sólo por la multitud de coches capaces de atascar las calles a cualquier hora del día o de la noche. La gasolina es barata y hace que nadie se plantee dejar de coger su vehículo para desplazarse.
Pero el derroche de luces y de agua es todavía mayor. No es porque en los hoteles te dejen todas las luces encendidas en cuanto sales de la habitación. La iluminación es exagerada en cualquier lugar relacionado con el Mundial. Y en los no relacionados con el Mundial, también. ¿Por qué están encendidas las luces de ese estadio si no hay partido hoy?, nos preguntamos al pasar por alguno perfectamente iluminado. Porque pueden, no hay otra explicación.
La calidad de los campos donde se entrenaba la selección. ¿Cómo es posible que los campos en un país en medio del desierto, los de juego y los de entrenamiento estén más verdes y mejor cuidados que en cualquier lugar del norte de España? Porque pueden. Y lo mismo se podría aplicar a los campos de golf.
Y lo mismo sucede con las fuentes que adornan muchas de las plazas del centro de la ciudad o los portales de los hoteles de lujo. El agua no es un problema en un país en el que acostumbra a llover seis veces al año. En Qatar hay abundancia de todo: de coches, de luces, de agua. Y el cambio climático no parece un problema para ellos. Nada parece un problema en un país capaz de comprar el universo si se lo propone. Y este Mundial es la manera de demostrarlo.
Fuente: LA RAZON ESPAÑA