Científicos han observado que roedores no entrenados pueden mover su cabeza sincronizados al ritmo, cuando este alcanza los 120 bpm.
Moverse con precisión al ritmo de la música se creía que era una habilidad innata exclusiva de los humanos; sin embargo, un nuevo estudio publicado en Science Advances y dirigido por científicos japoneses de la Universidad de Tokio señala que también las ratas mueven la cabeza siguiendo el ritmo. En otras palabras, se trata de una sincronización innata en estos animales.
Los resultados sugieren que la sincronización del ritmo puede ser inherente a la dinámica neuronal que se conserva en todas las especies, en lugar de ser específica de una determinada. Este descubrimiento no solo ofrece una mayor comprensión de la mente animal, sino también de los orígenes de nuestra propia música y danza.
Los animales también reaccionan al oír ruidos, pueden emitir sonidos rítmicos o ser entrenados para responder a la música, pero no es lo mismo que los complejos procesos neuronales y motores que trabajan juntos para permitirnos reconocer naturalmente el ritmo de una canción, responder a él o incluso predecirlo. Es lo que se conoce como sincronización del ritmo.
“Las ratas mostraron una sincronización innata —sin ningún tipo de entrenamiento o exposición previa a la música— de los ritmos, más claramente dentro de los 120-140 bpm, a los que los humanos también muestran la más clara sincronización”, explicó uno de los firmantes Hirokazu Takahashi.
En el experimento, los roedores llevaban acelerómetros inalámbricos en miniatura que podían medir los más mínimos movimientos de la cabeza. Los participantes humanos también los tenían en los auriculares.
Todos ellos escucharon fragmentos de un minuto de la “Sonata para dos pianos en re mayor, K. 448″, de Mozart, a cuatro tempos diferentes: 75%, 100%, 200% y 400% de la velocidad original.
El tempo original es de 132 BPM y los resultados mostraron que la sincronización de los ritmos de las ratas era más clara dentro del rango de 120-140 bpm.
Tanto las ratas como los humanos sacudían la cabeza al compás de un ritmo similar, y el nivel disminuía cuanto más se aceleraba la música.
El origen de la propia música
Además de ser una visión fascinante de la mente de los animales y del desarrollo de nuestra propia sincronización de ritmos, los investigadores también lo ven como una visión de la creación de la propia música.
Takahashi señaló que ahora le gustaría investigar cómo se relacionan otras propiedades musicales, como la melodía y la armonía, con la dinámica del cerebro, y cómo, por qué y qué mecanismos en este crean campos culturales humanos como las bellas artes, la música, la ciencia, la tecnología y la religión.
El investigador consideró que esta cuestión es la clave para entender cómo funciona el cerebro y desarrollar la inteligencia artificial de próxima generación.
Fuente: LA REPÚBLICA