Los mast’akus se exponen con las t’anta wawas, masitas de diferentes formas (cada una con un significado), frutas y los platillos que más le gustaban al difunto.
Las alabanzas o alabados son cánticos que acompañan a los rezos propios del Día de Difuntos en las casas donde se arman los mast’akus (mesas con ofrendas).
La familia Guzmán Ballesteros armó una mesa larga para Oscar Guzmán Escobar con diferentes niveles y detalles propios de las tradiciones cochabambinas. El sol y la luna, para acompañar la noche y el día, fueron puestas en la parte superior, al lado de la foto del difunto. Dos escaleras un poco más abajo fueron situadas para que, según la tradición, el alma pueda bajar del cielo y también, luego pueda volver a subir. También había t’anta wawas, en representación del cuerpo.
Se dice que las almas de los difuntos bajan a la tierra al mediodía del 1 de noviembre y se marchan, luego de compartir con sus seres queridos, al mediodía del 2 de noviembre.
Campanitas de Belén / tóquense con alegría / cuando pasa Jesucristo / todos cantan alabados
Alabado (…)
En la casa de la familia Guzmán Ballesteros no olvidaron ningún detalle en el mast’aku. Sopa de maní, pique macho, una cerveza, una taza de té, variedad de frutas, refrescos, hojas de coca.
Además, varias fotos recordaron distintas épocas de la vida de Oscar, su reloj pulsera al lado de su fotografía y flores. Pusieron elementos propios del lugar donde trabajaba y hasta un par de matracas recordando su danza favorita: la morenada, música que sonó durante horas mientras la gente elevaba oraciones.
Del tronco nace la rama / de la rama nace la flor / de la flor nació María / de María el Redentor
Alabado (…)
Su familia compartió con quienes visitaron su casa, recordaron su partida en enero de este año y entre nostalgia y algunas risas revivieron los momentos felices.
La directora de Turismo y Cultura de la Gobernación de Cochabamba, Luz Ordoñez, describió que los mast’akus se arman por niveles, simbolizando el mundo de arriba y el mundo terrenal.
“En esos canastitos, ellos van a llevar todo lo que tiene la mesa. Partirán al mediodía en su caballito o en su burrito, y van a llevarse todo lo que hemos puesto en la mesa”, dijo.
Resaltó que, además, el mast’aku reproduce diferentes valores culturales “porque es el ayni”, la reciprocidad al favor que las almas d ellos difuntos hacen al interceder ante Dios por quienes están en la Tierra.
“Por eso, se les da la ofrenda, esta mesa”.
Dios dijo que haya luna / Dios dijo que haya sol / Cuando Dios predicó / la luna alumbro.
Alabado (…)
Ordoñez explicó que todo lo que se pone en las mesas o mast’akus se debe retirar con alabanzas y rezos; y somo una forma de “pago” se entrega masitas, frutas y otros.
“Estos tres padrenuestros y tres avemarías hemos rezado por el alma de…”. Los rezadores elevan oraciones para innumerables difuntos, “almas”.
Alabado sea el santísimo / sacramento del altar / y la Virgen concebida / sin pecado original.
Apuntes
El origen
La directora de Turismo y Cultura de la Gobernación de Cochabamba, Luz Ordoñez, manifestó que las culturas ancestrales ya practicaban estas fiestas, pero que no se denominaban así.
Recordó que todo tiene relación con el calendario agrícola, “porque somos una cultura fundamentalmente agrícola”.
Dijo que noviembre marca como un cambio de estación, porque empiezan la siembra y las lluvias.
“Entonces, se solía sacar a los difuntos (…). Se los hacía pasear en andas, vistiéndolos con su mejor traje, dándoles de comer, beber y bailaban con ellos porque se tenía la creencia de que ellos estaban más cerca de la divinidad, y podían interceder por nosotros para que, echada ya la semilla, la temporada de lluvia llegue para germinarla y las plantitas empiecen a crecer”.
La autoridad sostuvo que, luego, con el sincretismo religioso, esos elementos se convirtieron en la mesa con ofrendas, rezos y alabanzas.
Fuente: OPINION