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¿En qué me parezco a un neandertal? Cinco cosas que te sorprenderá compartir con ellos

Puede que a algunos nos parezca mentira, pero la palabra “neandertal” se sigue utilizando como insulto en un intento de llamar a alguien “anticuado” o “salvaje”. Por suerte, cada vez se escucha menos, y no es que temamos ofender a una especie extinta desde hace decenas de miles de años. El problema es que, al pensar así, estamos faltando al rigor. Porque ahí donde los vemos, los neandertales no eran más cavernícolas que los Homo sapiens de su tiempo. No eran una especie previa a la nuestra, sino otra perfectamente alternativa, haciéndolos así más primos que abuelos nuestros.

De hecho, se ha vuelto de saber popular que, nuestros antepasados sapiens y los neandertales compartieron cama. De aquellos escarceos venimos nosotros, que, por lo que delata nuestro genoma, tenemos entre un 1 y un 4% de ADN neandertal según de dónde seamos. Esto ya nos dice que no debíamos ser tan diferentes cuando las dos especies podían reproducirse y dar lugar a descendientes fértiles. No obstante, hay muchas otras similitudes de las que hablamos menos.

Puede que los aspectos genéticos nos digan poco, pero podemos intentar enumerar aquello que consideramos que nos hace humanos. Posiblemente, lo primero en lo que pensemos sea en el lenguaje. Claramente, los Homos sapiens hemos llevado la comunicación a otro nivel difícilmente comparable con el del resto de animales. Pero ¿y los neandertales? ¿Tenían lenguaje? No podemos saberlo con total seguridad, aunque hay cada vez más indicios de que poseían (al menos), la capacidad de hablar y un pensamiento simbólico que podría haber dado lugar a un lenguaje complejo, como el nuestro, aunque limitado por el desarrollo cultural de su momento y otras contingencias.

Es difícil que en algún momento lleguemos a saberlo con certeza, pero, por ahora, eso es lo que nos sugieren los restos. Por ejemplo, el hueso hioides, ubicado en la garganta e implicado en la fonación, tenía en los neandertales una anatomía compatible con el habla, dando espacio a su laringe para la producción de sonidos complejos, como los nuestros. Ahora mismo, por lo tanto, el consenso científico está claro: es muy posible que los neandertales hablaran de forma no muy diferente a los sapiens de su tiempo.

Los ritos son otro de nuestros rasgos por excelencia, vertebran nuestra cultura, desde sus expresiones más rurales hasta las más tecnológicas. Y, si hablamos de ritos prehistóricos, es inevitable pensar en aspectos religiosos. No hablamos de religiones institucionalizadas, sino de la expresión de cierta espiritualidad compartida por un grupo. Un sentimiento que los une, como implica la misma etimología de la palabra, de religare, que significa lazo. Ha habido bastante polémica acerca de este punto.

Algunos estudios de principios del siglo pasado sugirieron que los neandertales tenían ritos funerarios aparentemente espirituales. Y, si bien es cierto que aquellas investigaciones fueron refutadas, desde entonces hemos encontrado enterramientos neandertales acompañados de cuernos y huesos de animales. Sería muy aventurado sugerir que los neandertales tenían un concepto del más allá o incluso una religión. No obstante, todo esto significa que, posiblemente, había algo más que pura practicidad en estos enterramientos, que no solo buscaban apartar el cadáver de la comunidad por motivos sanitarios o para que no se acercaran las alimañas, sino con algún propósito algo más trascendental.

Y, si de simbolismo se trata, otra de las cualidades que nos hace humanos es el arte. No negaremos que, como concepto, el arte es bastante escurridizo. Se resiste a ser definido del y, si no se resiste él, se resisten los artistas. En cualquier caso, en su lugar podemos hablar de la percepción estética y de cómo la perseguimos. Por ejemplo, sabemos que los neandertales se pintaban la piel con pigmentos que producían ellos mismos. Si somos estrictos, esto no es una prueba irrefutable de la percepción estética neandertal, ya que podía deberse a otros propósitos, desde infundir temor en el enemigo, hasta usarlo como pintura de ojos para desviar el desagradable reflejo del Sol.

Pero es que, si hilamos así de fino, nos encontraremos que algunos expertos ponen en duda que el arte rupestre fuera arte, por ese mismo motivo: su propósito. Y es que, si hablamos de esas pinturas, tendremos que reconocer que las más antiguas de nuestra península no son de sapiens, sino de neandertales. Y, si queremos abandonar el mundo pictórico y centrarnos en otros aspectos, nos encontraremos que los neandertales producían objetos decorativos. Si ponemos todo esto en conjunto veremos que se hace algo más complejo negar la percepción estética de los neandertales.

La cultura cambia con el tiempo y se afina a partir de una serie de necesidades básicas que, en un primer momento, cumplíamos de forma prosaica. Ha sido ese desarrollo cultural el que ha permitido sofisticarlo todo y convertir el combate en artes marciales, la reproducción en la cultura del sexo y la alimentación en gastronomía. Del mismo modo que los sapiens de aquel entonces podían hacer pinturas rupestres por el mismo motivo pragmático que los neandertales, tal vez, si estos últimos hubieran seguido vivos hasta el presente, hubieran desarrollado corrientes artísticas de la misma complejidad y abstracción que las nuestras. Y eso es, más o menos, lo que sucede con la gastronomía.

Hay un pájaro que empala a sus presas venenosas hasta que se vuelven comestibles y muchos artrópodos vierten jugos sobre sus víctimas para someterlas a un cocinado químico no muy diferente de lo que nosotros hacemos con unos boquerones en vinagre. Pues bien, hasta donde sabemos no es solo que los neandertales dominaran el fuego, sino que parecían usarlo para cocinar sus alimentos, tanto carnes como vegetales. Y eso sí lo sabemos con bastante certeza, porque se han encontrado restos de alimentos cocinados en sus yacimientos.

Roy Porter decía que la medicina había sido el mayor bien de la humanidad, pero se refería a la medicina moderna, no a sus precursores, ya fueran la protomedicina de la Grecia Antigua o la que practicaban en la prehistoria. A pesar de ello, tenemos que verlo bajo el prisma que estamos comentando, no podemos comparar el acto, sino la potencia, no tiene sentido tratar de equiparar a los neandertales y a los sapiens modernos. Si por aquel entonces nuestros antepasados sapiens estaban empezando a desarrollar su protomedicina, lo que debemos preguntarnos es si los neandertales tenían su propia versión. La respuesta, una vez más, parece ser afirmativa. En el sarro quedan atrapadas muchas sustancias y, gracias a ello, sobreviven al paso del tiempo. Así es como sabemos que un neandertal aquejado de una infección dental había consumido un hongo con ciertas propiedades antibióticas. Y, si queremos ser más rotundos y entender esa protomedicina como el cuidado a los enfermos y ancianos, encontraremos muchos ejemplos más de esqueletos mutilados o con lesiones serias cuyos huesos tuvieron tiempo para recuperarse, lo cual significa que recibieron cuidados de su tribu.

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