Los candidatos concentran sus esfuerzos en San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais. El presidente busca captar el voto joven, mientras el líder del PT intenta recortar la desventaja entre los evangélicos. El viernes será el segundo y último debate
Dentro de una semana, Brasil habrá elegido a su presidente. Pero a siete días de la votación, todavía es difícil predecir quién ganará y, sobre todo, qué ocurrirá tras estas elecciones históricas que han visto al país, por primera vez literalmente dividido en dos. En la primera vuelta, recordemos, las predicciones de una victoria contundente del candidato Luiz Inácio Lula da Silva, con la consiguiente denuncia de fraude en las urnas electrónicas por parte del presidente Jair Messias Bolsonaro, chocaron con la realidad de los hechos, es decir, un contundente cara a cara.
En las últimas horas se ha producido una escalada de violencia, con el llamativo caso del ex diputado Roberto Jefferson, del Partido Laborista Brasileño (PTB), bajo arresto domiciliario en Comendador Levy Gaspar, en el estado de Río de Janeiro. Tras ofender a la jueza del Supremo Tribunal Federal (STF) Carmen Lucia, el mismo tribunal ordenó su detención, pero cuando la Policía Federal llegó a la casa de Jefferson, fue recibida con disparos y granadas. El ex diputado se encontraba en su casa, en prisión domiciliaria preventiva acusado de “participar en una organización de milicias digitales creada para atacar virtualmente las principales instituciones judiciales del país”.
Todavía es una incógnita hasta qué punto este episodio puede afectar a la votación del domingo. El reto de esta última semana de campaña electoral es una lucha contra el tiempo para cambiar los escenarios de la primera vuelta en la que Lula se impuso con el 48,43%, o 57.259.504 votos útiles, seguido de Bolsonaro con el 43,20% o 51.072.345 votos útiles.
Tanto Lula como el presidente se preparan en los pocos días que les separan de la votación final para ganar los votos que fueron a parar a los otros candidatos en la primera vuelta y, especialmente, los de los casi 33 millones que no votaron el 2 de octubre. El abstencionismo alcanzó un récord del 20,9% tres semanas atrás y como el día de la votación, el 30 de octubre, coincide con el puente del 2 de noviembre, día festivo en Brasil, se teme que muchos prefieran ir a la playa en lugar de votar.
Por eso, la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, ha lanzado una campaña en Internet en la que advierte que la elección “está cerca” y llama a la movilización de todos los militantes del partido. “Tendremos que luchar, convencer a los que dudan, calle por calle, casa por casa. Lula sólo ganará si vas a votar”.
Para el analista político Eduardo Galvão “las últimas encuestas muestran una diferencia entre Lula y Bolsonaro de alrededor del 2% de los votos válidos. Y si se mira bien, el porcentaje de indecisos también es del 2%. Es decir, los indecisos representan con exactitud la diferencia entre los dos candidatos”. Pero dónde y cómo atraer los votos que faltan es la gran incógnita incluso para los equipos encargados de la estrategia de campaña, que sin embargo tienen algunos puntos claros. En primer lugar, el peso del electorado femenino que la primera dama Michelle ha intentado movilizar a favor de su marido, aunque la aversión de las mujeres hacia Bolsonaro sigue siendo fuerte y generalizada. Su grupo “Mujeres con Bolsonaro” seguirá recorriendo las iglesias evangélicas del país para intentar convencer a las indecisas.
Sin embargo, según las predicciones, Lula no podrá recuperar el voto de los evangélicos en estos días, a pesar de su intento de dirigirse directamente a ellos y a sus valores conservadores en una carta abierta en la que el ex presidente reiteró su oposición al aborto. El último sondeo de Datafolha del viernes mostró que Bolsonaro crece entre los evangélicos, ampliando su ventaja de 34 a 38 puntos, hasta el 66% frente al 28% de Lula, que pero está creciendo entre los católicos del 55% al 58%. El ex presidente, sin embargo, seguramente gozará del apoyo, y lo ampliará, de los brasileños de bajos ingresos en los que el recuerdo de las políticas sociales de sus dos gobiernos, de 2003 a 2010, sigue vivo.
No cabe duda de que los dos candidatos también intensificarán su presencia en Internet, con debates y programas en directo para ganarse a otra importante franja del electorado, los jóvenes. Entre el sábado y el domingo, Bolsonaro inició una transmisión en vivo de 22 horas, que sólo en la primera media hora sumó más de un millón de visitas y en YouTube superó más de 15 millones de visualizaciones. Entre los muchos que acudieron a apoyar su candidatura estaba la estrella del fútbol Neymar. “Estoy aquí apoyando a nuestro presidente porque sabemos que es lo mejor para Brasil”, dijo el futbolista. “Se acerca el Mundial y sería maravilloso que Bolsonaro fuera reelegido y que Brasil fuera campeón del mundo”. Gracias en parte a esta estrategia, en las últimas encuestas Bolsonaro ha subido entre uno y tres puntos entre los jóvenes, aunque Lula está en primera posición con entre el 50 y el 53 por ciento.
Si hasta ahora la campaña ha sido una carrera trash con fake news de todo tipo en ambos bandos facilitando el giro de control autoritario del Tribunal Superior Electoral (TSE) sobre lo que la corte ha llamado “desorden informacional”, Lula y Bolsonaro volverán a desplegar esta semana milicias digitales dispuestas a defender a sus candidatos en la red. Bolsonaro lanzó un sitio para permitir que los votantes actúen como sus “controladores” el día de la votación, registrando sus datos y la dirección de Internet de sus perfiles sociales. El anuncio fue hecho en la transmisión en vivo del fin de semana por el ministro de comunicaciones Fábio Faria. “Contamos con ustedes”, dijo Faria, “más que un controlador del presidente necesitamos que sean controladores de Brasil”.
El PT también propone el mismo papel para sus votantes. “En la campaña somos la voz y las piernas de Lula”, reza la página de Internet del partido, “pero el día de las elecciones tenemos que ser sus ojos y los ojos de la democracia”. Lula puso en marcha el “Maratón Lula”, una recaudación de fondos “para crear”, dice su mensaje en Twitter, “una estructura de fortalecimiento digital para difundir nuestras propuestas”.
Pero el verdadero desafío sigue siendo el sureste del país, es decir, los estados de San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, que serán decisivos para el saldo de votos. Es aquí donde ambos candidatos concentrarán sus encuentros y mítines, con Bolsonaro viajando también a Bahía, histórico bastión petista, para intentar captar votos. Luís Eduardo Magalhaes, un centro importante de agronegocio, es la única ciudad de Bahía donde Bolsonaro ganó a Lula en la primera vuelta. En cuanto al ex presidente, hoy en un teatro de San Pablo participará en “el acto en defensa de la democracia” junto a su candidato al gobierno paulista, Fernando Haddad.
Por último, comenzaron a circular rumores sobre una posible declaración de Lula en los próximos días de que Henrique Meirelles será su ministro de economía en caso de victoria. El ex presidente del Banco Central había apoyado a Lula desde la primera vuelta, pero negó cualquier posible participación en su futuro gobierno. La noticia, difundida por la prensa brasileña, no fue desmentida ni confirmada por el PT que, sin embargo, para calmar a los mercados, declaró que esta semana se lanzaría un documento con las principales propuestas de un posible gobierno Lula-Alckmin. Según la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, las medidas se dirigirán principalmente a la población más pobre del país, pero también habrá referencias al mercado financiero. Desde la primera vuelta, Lula se ha negado a presentar en detalle su plan de gobierno y a nombrar un posible ministro de Economía mientras que Bolsonaro, en caso de ganar, ya ha confirmado la permanencia de Paulo Guedes.
En resumen, la cuenta atrás comienza realmente hoy. El viernes la TV Globo emitirá el segundo y último cara a cara entre Lula y Bolsonaro, un debate que podría mover votos hasta el último. Además, las autoridades brasileñas ya empiezan a centrarse en los detalles logísticos para el día de la votación, como el transporte público gratuito para que incluso los más pobres puedan ir a votar, así como el impresionante esquema de seguridad que deberá garantizar que Brasil pueda acudir a las urnas en paz y sin problemas.
Fuente: Infobae