Publicaba Amaia Montero una foto en Instagram y saltaban las alarmas. Es normal: en la red social del postureo y el filtro belleza a todo lo que da de sí, donde todas salen en su mejor versión, ella se desmarcaba subiendo una foto sin filtro, en dramático blanco y negro, despeinada y desmejorada. Que apareciese acompañada de la frase: «Si la esperanza es lo último que muere y todavía no la he perdido ¿de qué me sirve la vida?» y que la respuesta a un admirador que le preguntaba cómo se sentía fuese «destruida», no ayudaba a tranquilizar a nadie. ¿Es una llamada de auxilio? De ser así… ¿Es una red social, a priori frívola y superficial, basada en la imagen y la apariencia, el lugar más adecuado para solicitar esa ayuda urgente?
Contaba su hermana que la cantante no se encuentra en su mejor momento, sin dar más datos al respecto. Tampoco es que el misterio sirva para calmar. Y una, que es mal pensada a veces, se pregunta si no tendrá algo que ver con esta moda de la salud mental. Y es que anunciaba hace poco Ania Montero la aparición de nuevo disco, cosa que he descubierto a raíz de la fotito de marras. El segundo de los sucesos ha aparecido en todos los medios y ha sido conversación, el primero no tanto. Admito que mi estudio demoscópico es tan sesgado que estoy a dos de apellidarme Tezanos. No lo haré pasar por indiscutible ni científico (en eso sí nos diferenciamos José Félix y yo), pero entre mis encuestados todos habían visto la foto y ninguno sabía hasta ahora del disco. Todos lamentaban el mal momento de la reina del pop, pero ninguno conocía su regreso.
Aplicaré la caridad interpretativa y doy por hecho que, tristemente, la cantante está pasando un malísimo momento. Aun así, creo que se equivoca al publicar esa foto. Si lo ha hecho para pedir ayuda, porque no creo que Instagram sea el medio. Están los amigos y familiares y, llegados a un punto de preocupación, buenísimos profesionales y especialistas. Si lo ha hecho para llamar la atención, todavía me parece más preocupante que haya llegado a tal punto de desesperación como para errar tanto en el medio y el modo. Y si el fin es la notoriedad con fines comerciales (ojalá no) me parecería de una irresponsabilidad supina utilizar la salud mental en beneficio propio siendo el problema social que es. Quizá sería más efectivo que dejara las redes y buscase ayuda. Estoy segura de que todo el mundo se alegrará cuando vuelva recuperada. No se trata de esconder el sufrimiento, al contrario: se trata de no banalizarlo a base de exhibición.
Fuente: EGOS