Un capitán de artillería de 34 años se convierte en presidente gracias al éxito de un golpe de Estado que inició en el país africano hace dos semanas
La junta provisional que asumió el pasado 3 de octubre el control de Burkina Faso ha nombrado al cabecilla del golpe de Estado, a su propio cabecilla, presidente interino de Burkina Faso. Su nombre es Ibrahim Traoré, un hombre de 34 años que servía como capitán del regimiento de artillería de Kaya, hasta que se levantó en armas el 30 de septiembre contra Paul-Henri Damiba. Como dato curioso, cabe que Traoré es actualmente el Jefe de Estado más joven del mundo, habiéndole arrebatado hoy el puesto al chileno Gabriel Boric, de 36.
Un golpe con olor a ruso
El suyo será el tercer Gobierno que se forme en Burkina Faso en los últimos 9 meses, y se habrá abierto hueco tras un golpe de Estado contra un golpe de Estado previo que se hizo contra el último gobernante elegido de forma legítima en el país, Roch Kaboré, que fue elegido en las urnas en 2020. Kaboré era banquero de profesión y antiguo alumno de la Universidad de Borgoña, un ejemplo de lo que la nueva clase gobernante de Burkina Faso categorizaría como “afrancesado”, porque la nueva clase dominante muestra una aparente aversión hacia lo que viene de París. Prueba de ello son las manifestaciones antifrancesas que se han sucedido desde el inicio del golpe, los momentos en que uno de los soldados sublevados enarboló una bandera rusa ante un público exaltado, el ataque y posterior incendio de la fachada del consulado francés…
Desde hace días circula un cartel entre las redes burkinesas donde se refieren a Traoré como única alternativa a la presidencia del país. Tras la foto del líder han colocado otra fotografía que parecería de una protesta reciente en la que los manifestantes portan una bandera burkinesa y otra rusa, convenientemente hermanadas. Pero cabe a decir que todo esto son conjeturas, por el momento. En realidad, a día de hoy, se desconoce el rumbo que tomarán las políticas de Traoré y si expulsará a Francia del país. Por lo pronto, la semana pasada se difundió un comunicado del grupo Wagner en donde se avisaba que ninguno de los próximos reclutas irá destinado a cubrir puestos en África y Oriente Medio (esto se ha interpretado como una medida temporal a causa de las bajas en Ucrania). Lo cual significaría que los burkineses tendrán que contentarse con permanecer “ocupados” por Francia.
El golpe de Traoré parece haber venido envuelto en la bandera de una nueva vertiente de panafricanismo que se extiende actualmente por el Sahel. Aquí los regímenes militares han ido tomando el poder en varios países estratégicos (Mali, Burkina Faso, Guinea Conakry) y amenazan con contagiar a otras naciones próximas, especialmente a Níger. La inestabilidad social y en materias de seguridad que generan estos métodos facciosos de tomar el poder alarman a los analistas, que hablan desde hace meses de un “efecto dominó” protagonizado por los golpes de Estado. Aunque el éxito de los sucesivos levantamientos ha evitado que terminaran en guerras civiles, restándole algo de tragedia al acto, el temor a un estallido y los oportunos cambios cambios en el poder hacen que importantes cantidades de población se desplacen hacia lugares de la región que consideran más seguros. Así lo confirma Héloïse Wiart, analista e investigadora al servicio de la UNODC, cuando dice que estos movimientos de población terminan siendo “objetivos para traficantes que buscan manos que trabajen en las minas, beneficiarse de la explotación sexual y de la mano de obra infantil, entre otras cosas”.
Mahamadou Issoufou, “confiado”
Una delegación urgente de la CEDEAO se reunió con el capitán este martes en Uagadugú. El expresidente de Níger, Mahamadou Issoufou, aseguró a la salida del encuentro que se sentía “confiado” por el futuro de Burkina Faso. Pero no cabe duda de que, por lo pronto, el presidente Ibrahim Traoré sigue siendo un misterio. El lunes previo a su nombramiento aseguró por la radio francesa RFI que se limitaría a llevar “los asuntos de actualidad” hasta que las fuerzas políticas y de la sociedad civil se reunieran para escoger a un presidente (militar o civil) que llevara el país hasta las próximas elecciones. Esperaba reunirse con ellos “mucho antes de fin de año” y hoy le han escogido, se desconoce aún por cuánto tiempo. Una ley recién publicada le nombra “garante de la independencia nacional, la integridad territorial, la permanencia y la continuidad del Estado, el respeto de los tratados y acuerdos internacionales de los que Burkina Faso es parte”. Con el fin de establecer un periodo de transición democrática, Treoré ha dicho comprometerse a celebrar elecciones legislativas en su país antes de 21 meses, entre que 25 nuevos ministros y un Primer Ministro por anunciar le ayudarán a llevar las riendas de gobierno.
Al igual que sus coetáneos maliense y guineano, Traoré es un hombre casi invisible y que apenas aparece si no es en la radio y en el televisor. Cuando aparecen en público, estos dictadores, lo hacen rodeados de un nutrido comando de las operaciones especiales de la nación, hombres misteriosos y temibles que caminan a todas partes cubiertos con pasamontañas y algún arma colgándoles por delante. Son hombres curiosamente inaccesibles, estos nuevos padres del panafricanismo. Se percibe en sus movimientos un evidente temor por su integridad física (la habitualidad de golpes y conatos de golpe en los últimos años les dan la razón) que imposibilitan que el pueblo mantenga con ellos una relación que no sea de pura adoración pictórica. Aunque sólo el tiempo dirá si la avalancha de sospechas que recaen sobre el capitán Ibrahim Traoré son ciertas. Por el momento, dijo que no sería presidente y ha acabado siéndolo.
Fuente: LA RAZON ESPAÑA