Un mes después de la detención de Mahsa Amini por la policía de la moral en Teherán, seguida por su muerte tres días después, un movimiento de protestas inédito sigue sacudiendo al país. Las manifestaciones ya han dejado más de 200 muertos y el Estado podría aumentar aún más la represión. Pero la frustración de los iraníes frente al poder político y religioso es demasiado fuerte para abstenerse de arriesgar su vida en las calles.
Un movimiento de protestas sacude a Irán desde la muerte de Mahsa Amini, una joven kurda iraní de 22 años, el 16 de septiembre. Falleció tres días después de ser detenida en la capital, Teherán, por la policía de la moral por violar el código de vestimenta de las mujeres de la República Islámica, y, especialmente, lo que es considerado “el uso adecuado del velo” en el país. El estado explica su muerte por una condición médica previa a su arresto, una versión que su familia rechaza, afirmando que recibió golpes durante su detención.
Las protestas en el país son inéditas por su forma y su duración. No solo están teniendo lugar en Teherán, sino también en muchas partes del país y especialmente en las zonas kurdas. Además, el movimiento entra en su quinta semana y no flaquea a pesar de la represión extremadamente violenta por parte de las autoridades.
Si las mujeres fueron el detonante de las protestas, rechazando el uso obligatorio del velo, el movimiento está también encarnado en los adolescentes y jóvenes que se enfrentan a los fusiles de las autoridades iraníes para pedir el fin del régimen islámico.
Un movimiento de protesta de las mujeres “inimaginable hace unas semanas”
Cuando la muerte de Mahsa Amini fue conocida, muchas mujeres se identificaron con ella. En Irán, la policía de la moral fue creada en 2005 para hacer cumplir la moral islámica y las leyes de vestimenta “adecuada”, que se introdujeron tras la Revolución islámica de 1979. En los últimos años, se volvió más estricta, vigilando escrupulosamente a las mujeres y deteniendo a veces arbitrariamente y violentamente a las que no cumplen el código. Cualquier mujer iraní habría podido ser Mahsa Amini.
“Las mujeres han sido todo en esta revolución por la indignación que les causó la muerte de Mahsa Amini, ellas han vivido la presión en las calles y toda la inseguridad que causa la policía de la moral, han vivido abuso por parte del Estado, que se instaura en su cuerpo y en su vida privada”, explica Catalina Gomez, corresponsal de France 24 en Teherán.
Tras la muerte de Amini, las mujeres se movilizaron con mucho coraje contra la obligación de llevar el hiyab y de ver su cuerpo escrutado por la policía. Las mujeres protestaron con actos de desobediencia civil, quitándose el velo y quemándolo en público, cortándose en pelo, cantando eslóganes o caminando vestidas de modo occidental en las calles. “Era inimaginable, hace unas semanas, ver las mujeres desafiar de tal forma al régimen”, explica Sara Saidi, periodista franco-iraní y excorresponsal en Teherán.
Rápidamente, el movimiento con el eslogan ‘Mujer, vida libertad’ se extendió a todas partes de la población y del país, reuniendo mujeres y hombres, jóvenes y menos jóvenes, así como personas de todas clases sociales. El velo obligatorio se convirtió en el símbolo de dominación del régimen islámico sobre toda la sociedad.
Según Sara Saidi, es la primera vez que tal movimiento de protesta se mantiene por un tiempo tan largo, lo que según ella se debe a la forma en que se ha desarrollado. Las autoridades no solo tienen que parar a las multitudes manifestándose sino también a pequeños grupos de protestas divididos en todo el país. Además, se han producido actos aislados de desobediencia civil, grupos críticos en las redes sociales, VPN (redes privadas virtuales) cada vez más potentes para eludir la censura y actos de hackeo por parte de expertos informáticos.
La sangre derramada durante el estallido social
El régimen iraní es conocido por su represión brutal de movimientos sociales, algo que se ilustró una vez más en estas manifestaciones. Según la ONG Iran Human Rights, basada en Oslo, más de 200 personas murieron desde el inicio de las protestas, incluyendo al menos 23 niños.
“Nosotros, los iraníes que estamos en el extranjero, miramos con angustia y admiración y también una forma de orgullo, es increíble ver imágenes de jóvenes de 15 o 16 años enfrentarse a las fuerzas de seguridad”, confiesa Saidi.
Durante las manifestaciones contra el precio del combustible en 2019, la represión fue aun más violenta, dejando centenas de muertes en apenas 10 días. “Sabemos de lo que es capaz el régimen y sabemos que puede aumentar la represión”, explica la periodista. Dentro de la población, algunos rumores resuenan de que el poder podría recurrir a milicias extranjeras para detener las marchas.
Pero a pesar del miedo a la represión y a morir bajo las balas de las fuerzas de seguridad, los iraníes llegaron a un punto de no retorno. Tanto la falta de libertades, como la religiosidad obsoleta del régimen o las preocupantes condiciones económicas les motivan a seguir en la calle.
Una situación económica que deja pocas oportunidades a los jóvenes
La inflación y el desempleo se mezclan a las reivindicaciones sociales en las manifestaciones contra el régimen.
Desde 2016, los precios se vieron multiplicados por tres y casi alcanzan niveles europeos mientras que los salarios no han aumentado. Muchos iraníes no logran llegar a fin de mes y gente muy educada acaba con empleos escasamente remunerados frente a la falta de oportunidades. Los jóvenes quieren un futuro distinto y desean un buen trabajo.
La situación económica es de doble filo en estas protestas. Por un lado, la población puede mantener presión sobre el Gobierno llamando a un paro generalizado y bloqueando algunos sectores esenciales como los transportes o el petróleo. Pero por otro lado, necesita trabajar y probablemente no podrá seguir manifestándose indefinidamente. El régimen tal vez espera que el movimiento pierda su intensidad poco a poco.
Pocas probabilidades de cambio dentro de la República Islámica
La esencia del régimen iraní está vinculada a la ideología islámica y a las reglas morales que esta dicta. Transformarlas sería cuestionar la naturaleza de este poder, por eso, es muy poco probable que el régimen entre en una lógica de negociación con la sociedad.
Desde la Revolución de 1979 y la creación de la República Islámica, el régimen hace todo para ahogar las protestas, controlar a la población y censurar la información. Y los iraníes se ven encerrados en la ideología de la República, como expresan en las manifestaciones.
Sin embargo, las consecuencias de las protestas son inciertas. Previsiblemente, el régimen islámico intentará mantenerse en el poder el máximo tiempo posible. Si bien, las generaciones más viejas, que conocieron el 1979, ya no tienen esperanzas en la Revolución y los jóvenes piden abiertamente un cambio de régimen, faltará ver hasta qué punto sus llamados pueden sacudir los pilares de la teocracia.
Fuente: FRANCE24