* No es mala; pero afecta a millones de personas
El Mundo
En el lado opuesto al ruido y a la frenética actividad de las grandes urbes, existe una realidad silenciosa que cada vez se instala en más hogares: la soledad. El diseño arquitectónico y los programas de urbanismo son soluciones que pueden paliar el mal más común de las grandes urbes.
Según Naciones Unidas, alrededor del 55 % de la población mundial, 4200 millones de habitantes, vive hoy en ciudades. Una tendencia que continuará subiendo, de hecho, se prevé que, en 2050, casi 7 de cada 10 personas vivirán en una gran urbe. Y paralelamente a estos datos, el número de las personas que se sienten solas también aumenta, un crecimiento que se ha visto agravado tras la Covid-19.
Pero no se trata de demonizar las grandes urbes: “La ciudad es, por definición, el principal espacio de reunión, porque se basa en la eliminación de la distancia física entre las personas, lo que debería garantizar el acceso a la compañía, una labor que ha realizado durante mucho tiempo. Sin embargo, vivimos un momento en el que el ámbito digital adquiere cada vez mayor relevancia en detrimento de la realidad física urbana, el ritmo de vida de la población tiende al frenetismo y la ciudad compacta y abarcable se diluye en urbes insostenibles esparcidas en el territorio. Estos factores desconectan al ciudadano del ámbito físico urbano y eso es lo que provoca ese indeseable sentimiento de soledad”, asegura Andrés Conejero, arquitecto y urbanista especializado en el futuro de las ciudades en ACCIONA.
La soledad en sí no es mala, todos experimentamos ese sentimiento en algún momento y, en muchos casos, es beneficioso y necesario. El problema es cuando no es una elección personal. La soledad no deseada es la sensación de estar aislado, de no tener a nadie a quien recurrir cuando lo necesitamos. Además, ese sentimiento se extiende en el tiempo y termina afectando a nuestro bienestar y también a nuestro estado de salud.
* Reino Unido estima que el coste de no atender la soledad no deseada asciende a los 10.000 euros por persona
Cuando hablamos de soledad, la mayoría pensamos en las personas mayores. Las noticias que aparecen en los informativos sobre ancianos que mueren solos y nadie se da cuenta de ello hasta que pasan varios días, siempre nos conmueven.
Sin embargo, los datos más llamativos son los que nos hablan de un mal que afecta a los urbanitas más jóvenes. Madrid Salud, la página de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid, puso en marcha una plataforma en internet contra la soledad no deseada. Después de un año de funcionamiento, han atendido a 11.300 personas, la mayoría jóvenes de entre 16 y 24 años. Jóvenes que pueden estar todo el día “conectados”, pero cuyas relaciones personales no son de la calidad que necesitan, no conectan a nivel profundo. Un rasgo también significativo de a soledad no deseada: estar rodeado y en contacto con varias personas, pero sentirte solo.
Esta plataforma del Ayuntamiento de Madrid es una de las muchas que están surgiendo para paliar esta realidad: el Reino Unido creó un Ministerio de la Soledad antes de la pandemia y, después de la covid-19, han surgido numerosos proyectos en esta línea porque esta situación se ha agravado en los últimos 2 años. El Ayuntamiento de Barcelona ha creado el Observatorio de la Soledad y organismos como Fundación ONCE y Cruz Roja también han puesto en marcha iniciativas para paliar este grave problema.
La soledad no deseada es una realidad que afecta directamente a nuestra salud. Por ejemplo, puede aumentar nuestros niveles de cortisol, una hormona que crea el cuerpo cuando está sometido a estrés. Los altos niveles de cortisol pueden provocar presión arterial alta, aumento de peso, debilidad muscular y problemas de concentración, entre otras dolencias. Problemas de salud que si no se controlan pueden acarrear depresión, ansiedad, derrames cerebrales, enfermedades cardiacas e incluso tener mayor riesgo de desarrollar demencia y Alzheimer.
La soledad no es un problema individual, es una realidad social preocupante que, además de graves consecuencias emocionales y personales, tiene un alto coste económico. Algunos países como Canadá o Reino Unido han medido ya el coste económico de no atenderla: en torno a 10.000 euros por persona y año, en el caso británico, como consecuencia del consumo de fármacos y en personas en edad laboral, la posibilidad de desencadenar bajas laborales.
* La diversidad de opciones, servicios e individuos convierten a la ciudad en el espacio por excelencia del animal social
En una época de hiperconectividad, en un entorno de superpoblación, existen miles de personas que sufren esta situación. El diseño de algunos entornos urbanos está detrás de este aislamiento: no hay áreas comunes, no existen paseos interconectados, ni parques que unan los bloques de edificios… Vemos crecer nuevos barrios que se caracterizan por dibujar grandes avenidas de cuatro carriles para vehículos, con urbanizaciones privadas en las que como mucho los vecinos interactúan entre sí, pero no con los habitantes de las urbanizaciones colindantes. ¿Puede el diseño arquitectónico paliar el aislamiento en las grandes urbes? ¿Puede favorecer una mayor interactividad entre urbanitas que reduzca la sensación de soledad? Andrés Conejero asegura que “los diseñadores debemos apoyarnos en los valores primigenios de la ciudad, promover lo que convierte a la ciudad en el gran invento de nuestra civilización que acerca a las personas. El diseño de los espacios y la infraestructura que componen la ciudad se convierten en el catalizador de muchas de sus necesidades, y son determinantes de la realidad que se vive en las urbes. En todo caso, la diversidad de opciones, servicios, oportunidades, espacios e individuos, convierten a la ciudad en el espacio por excelencia del animal social”.
