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Batalla de Angamos: Por qué Perú conmemora todos los años una derrota (y qué consecuencias tuvo para la Guerra del Pacífico)

Imaginen un país que sufrió una dura derrota militar.

Imaginen que esa derrota provoca una crisis nacional que lo postra durante décadas e incluso, según muchos autores, lo pone en riesgo de desaparecer.

Imaginen que ese país declara feriado la fecha y cada año la recuerda con orgullo.

Bienvenidos a Perú.

Esa es la peculiar relación de Perú con uno de los episodios más decisivos de su pasado: el combate naval de Angamos del 8 de octubre de 1879, en el que el buque Huáscar, comandado por el gran almirante Miguel Grau Seminario, sucumbió al fuego de un grupo de naves chilenas liderado por las fragatas Blanco Encalada y Almirante Cochrane. Una derrota, sí, pero mucho más que una derrota.

Cómo y por qué se combatió en Angamos

En la primavera de 1879 había estallado una guerra entre Bolivia y Chile por la explotación del salitre de la región de Antofagasta. El salitre es un mineral que vivió un auge a finales del siglo XIX por su amplio uso en la industria de la época. Perú, que había firmado una alianza con Bolivia, se vio arrastrado al conflicto con los chilenos. Fue la Guerra del Pacífico (1879-1884).

La superioridad militar de Chile era notoria, pero no había logrado imponerla en el mar, lo que dificultaba sus planes de desembarcar y desplegar tropas en los territorios ricos en el apreciado salitre que se disputaba con sus vecinos.

Un hombre, el almirante Grau, y un barco, el monitor Huáscar, habían sido la causa principal.

Desarrollando una audaz táctica de guerrilla, Grau, conocido como “el caballero de los mares”, había sacado el máximo rendimiento a su monitor, un barco de guerra blindado típico de la guerra naval de entonces, y logrado mantener a raya a la superior armada chilena. Avezado y experimentado hombre de mar, evitaba el enfrentamiento directo y castigaba sus objetivos en apariciones inesperadas y fulgurantes tras las que se retiraba rápidamente.

Sus certeras incursiones dejaban en mal lugar al gobierno y al alto mando militar enemigo. Capturar al Huáscar se había convertido en la obsesión de los estrategas chilenos.

La oportunidad se presentó finalmente en la mañana del 8 de octubre de 1879 en las aguas de Punta Angamos, en lo que entonces era el litoral boliviano.

Ese día, tras tenderle una emboscada, los barcos chilenos lograron por fin dar caza al Huáscar y al barco que lo acompañaba en sus correrías, la fragata Unión.

Sabedor de que no podía escapar, pero sí resistir para facilitar la huida de la Unión, Grau combatió hasta que el impacto de un proyectil lo hizo pedazos. Según los relatos de la época, del Caballero de los Mares no quedó más que una pierna ensangrentada, la que hoy reposa en el Panteón de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro de Lima.

Desarrollando una audaz táctica de guerrilla, Grau, conocido como “el caballero de los mares”, había sacado el máximo rendimiento a su monitor, un barco de guerra blindado típico de la guerra naval de entonces, y logrado mantener a raya a la superior armada chilena. Avezado y experimentado hombre de mar, evitaba el enfrentamiento directo y castigaba sus objetivos en apariciones inesperadas y fulgurantes tras las que se retiraba rápidamente.

Sus certeras incursiones dejaban en mal lugar al gobierno y al alto mando militar enemigo. Capturar al Huáscar se había convertido en la obsesión de los estrategas chilenos.

La oportunidad se presentó finalmente en la mañana del 8 de octubre de 1879 en las aguas de Punta Angamos, en lo que entonces era el litoral boliviano.

Ese día, tras tenderle una emboscada, los barcos chilenos lograron por fin dar caza al Huáscar y al barco que lo acompañaba en sus correrías, la fragata Unión.

Sabedor de que no podía escapar, pero sí resistir para facilitar la huida de la Unión, Grau combatió hasta que el impacto de un proyectil lo hizo pedazos. Según los relatos de la época, del Caballero de los Mares no quedó más que una pierna ensangrentada, la que hoy reposa en el Panteón de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro de Lima.

Las consecuencias de la guerra

Si Bolivia lleva desde entonces reclamando, incluso en los tribunales internacionales, que se le restituya la salida al mar que perdió en la contienda, Perú también sufrió graves consecuencias.

En 1881 tropas chilenas ocuparon Lima y el país vio como la región de Tarapacá y la provincia de Arica se incorporaban definitivamente a Chile.

En conversación con BBC Mundo, Max Hernández, fundador de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis y autor de un estudio sobre la memoria histórica peruana, afirmó: “La derrota fue terrible y en Perú quedó una herida muy grande de la que nos llevó mucho tiempo reponernos.”

Para el historiador Cristóbal Aljovín, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, “la derrota en la guerra con Chile fue un trauma porque supuso reconocer que Perú, que en la época colonial había sido más importante que Chile, dejaba de ser el país clave en el Pacífico Sur”.

Es entonces cuando arraiga un fuerte sentimiento antichileno en gran parte de la sociedad peruana y Perú se ve sumido en una etapa de inestabilidad y atraso que, según algunos, llegó a poner en cuestión su propia viabilidad como país.

¿Por qué entonces conmemorar lo acaecido en Angamos cada 8 de octubre con un feriado nacional?

Como sucedió en España en 1898 tras la pérdida de las últimas posesiones ultramarinas de su imperio, en los círculos intelectuales y políticos peruanos se instaló la idea de que su país había fracasado y vivía una decadencia irreversible. El ejemplo de Grau y otros hombres de guerra actuaron entonces como una suerte de asidero moral.

“En Perú no conmemoramos Angamos, conmemoramos a Grau”, responde Hernández. Según él, “la sola idea de Perú hubiera perecido sin el ejemplo de Grau, porque la idea de la patria es mucho más difícil de mantener en la derrota”.

Como ponen de manifesto los centenares de plazas, calles y monumentos que se les han dedicado en todo el país, el almirante Grau y Francisco Bolognesi son los dos grandes héroes nacionales, ambos forjados a base de dignidad en la derrota.

Si de Bolognesi, el militar que prefirió pelear “hasta quemar el último cartucho” en la defensa de Arica, se admiran su coraje y determinación, la figura de Grau presenta además otras aristas que explican por qué fue elegido “el peruano del milenio”.

Michel Laguerre, jefe del Archivo Histórico de la Marina de Guerra del Perú, le dijo a BBC Mundo que “fue un marino extremadamente audaz y tenaz que logró durante mucho tiempo contener a un enemigo superior a base de ingenio, por lo que se le reconoce no solo en Perú, sino también en Chile y Bolivia”.

Efectivamente, los historiadores coinciden en que las correrías de Grau mantuvieron en los primeros meses de la guerra la ilusión de una victoria peruana.

Pero, tanto como a su genio náutico, el reconocimiento a Grau se debe a su caballerosidad en la victoria. Sus biografías repiten el episodio en el que, tras hundir la fragata chilena Esmeralda en la batalla de Iquique, en mayo de 1879, el gran almirante dio orden de rescatar a los supervivientes que habían caído al mar.

También dispuso el envío a la viuda del capitán de la Esmeralda, Arturo Prat Chacón, de una sentida carta de condolencias acompañada de las pertenencias de su marido.

Fueron actuaciones como esta las que le ganaron el sobrenombre de “caballero de los mares”.

Los chilenos también conmemoran una derrota

Los chilenos también tuvieron su héroe en aquella guerra, precisamente el mencionado capitán Prat, un veterano de la guerra de 1865 contra España, a la que peruanos, chilenos y bolivianos combatieron juntos entonces, que se convertiría en protagonista de la lucha contra sus antiguos aliados años después.

Según los manuales que desde entonces estudian los escolares chilenos y recuerdan centenares de placas en todas las estatuas que lo recuerdan en su país, Prat prefirió morir combatiendo en la batalla de Iquique del 21 de mayo de 1879 antes que rendir su nave precisamente a Grau.

Desde entonces, cada año se conmemora la fecha como una de las “glorias navales” de la Armada chilena y sus compatriotas reconocen en Prat las mismas virtudes de arrojo y sacrificio que los peruanos admiran en su adversario. Son retratos paralelos.

La muerte de Prat en Iquique es una de las razones por las que en Chile se celebra cada año en esa fecha el Día de las Glorias Navales, que incluye un desfile militar al que acude el presidente de la República en el Monumento a la Marina Nacional de Valparaíso.

En el último, el presidente Gabriel Boric recordó el ejemplo de Prat y los otros caídos del Esmeralda: “Nos recuerda los valores que tiene nuestra patria, la lealtad, el coraje, la humildad, la hidalguía y son cosas que hoy tienen plena vigencia”.

El historiador chileno Rafael Sagredo, último ganador del Premio Nacional de Historia de Chile, le dijo a BBC Mundo que “ya en la época la figura de Prat, como un hombre que se había sacrificado por la República, se utilizó para construir la unidad de los chilenos en torno a la guerra”.

El Chile que emergió de la contienda sería muy diferente, un país fortalecido por los ingresos del salitre, con los que pudo llevar a cabo grandes inversiones y una modernización general.

Sagredo explica que “el desenlace de la guerra y el desarrollo de los años posteriores instalaron en Chile una cierta visión de superioridad respecto a sus vecinos”.

Un relato diferente en cada país

El paso del tiempo ha ido difuminando tanto en Chile como en Perú el recuerdo de todo lo que significó la guerra y cambiando el relato que se hace de ella.

Cristóbal Aljovín afirma que “en las generaciones más jóvenes se ha perdido algo del patriotismo de la guerra, también por cómo se enseña ahora la historia en las escuelas”.

Lejos queda ya el espíritu de 1924, cuando el presidente Augusto Leguía decretó que cada 8 de octubre se guardaran dos minutos de silencio en todo el país en memoria de Grau y los otros héroes de Angamos, y que en las escuelas peruanas se dictaran lecciones sobre el gran almirante.

Y en los últimos años voces como la del periodista César Hildebrandt han destacado algunos aspectos más cuestionables de su biografía, como el hecho de que fuera uno de esos militares del XIX que con su constante participación política impidieron el despliegue de un verdadero gobierno civil en la joven república peruana.

Estudios publicados en los últimos años se han centrado además en el papel jugado por los indígenas peruanos que fueron enviados a combatir contra el ocupante chileno en una guerra que les resultaba ajena.

Pero en Perú la Guerra sigue siendo objeto de interés para los investigadores. En Chile ese interés parece haber decaído.

Sagredo indica que “quizá hay un cierto complejo por haber sido los vencedores, y mientras en Perú se siguen publicando libros sobre el tema, ningún historiador chileno ha producido una obra relevante en los últimos años”. Según el historiador, eso se refleja en que la celebración institucional de la batalla de Iquique tiene cada vez un tono “más deslucido”.

También parece haberse impuesto una mirada más crítica.

Pablo Artaza, director del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, señaló en conversación con BBC Mundo que “en realidad, la heroicidad de Prat debe ser puesta a prueba, ya que fue levantada por la historiografía tradicional y el mando militar”, y “sirvió para evitar la crítica interna dentro de un contexto bélico”.

Artaza señala que el tono nacionalista en torno a la Guerra del Pacífico fue constante durante el gobierno militar del general Augusto Pinochet (1973-1990) y durante los años finales de la década de 1980, cuando Chile recibió a muchos inmigrantes peruanos, volvió a repetirse la idea de la supuesta superioridad chilena.

“Pero con la llegada de la democracia, se impuso una visión más crítica y menos nacionalista, e incluso se empieza a hablar de que aquello no fue más que una guerra de élite para lograr una expansión del estado nacional chileno”, indica Artaza.

Este 8 de octubre, como cada año, Perú Volverá a rendir homenaje a Grau y a recordar el combate de Angamos, aunque su significado haya cambiado mucho desde que los peruanos convirtieron al almirante en su gran héroe.

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